Fernando Luengo
Miembro del Círculo 3E (Ecología, Economía, Energía) de Podemos y de la asociación econoNuestra.
Profesor de economía aplicada de la Universidad Complutense de Madrid
No es razonable, ni justo, ni decente realizar el balance de la economía española apelando al último dato publicado por el Instituto Nacional de Estadística, o al penúltimo, o a cualquier otro,con el único propósito de que avale la posición y respalde los intereses de quienes insisten, una y otra vez, que ya estamos saliendo de la crisis económica o que hemos superado la etapa más dura. Bueno, en realidad, como vemos continuamente, sí se puede hacer y se hace, en los últimos meses abundan los ejemplos, con el cinismo y la desvergüenza que caracteriza a este gobierno y a los responsables políticos del Partido Popular, jaleados, como siempre, por los medios de comunicación (intoxicación) que les son afines.
Me duele y me indigna el mensaje –propaganda preelectoral, con las elecciones municipales y generales a la vuelta de la esquina y con el tsumani provocado por la esperanzadora irrupción de Podemos en el mapa político- de que “nuestros esfuerzos han sido recompensados y estamos cosechando los frutos”. ¿Esfuerzos, frutos? Pienso cómo recibirán la buena nueva los que han perdido su empleo, las familias donde no entra ningún salario y los que trabajan más por menos, los que han visto sus viviendas confiscadas por los bancos, los que viven en situación de pobreza y tantos otros cuyas condiciones de vida han empeorado de manera sustancial en estos años, puede que de manera irreversible si seguimos por este camino. Invisibles para este gobierno –lo que no impedirá que, llegado el momento, se les pida el voto- e invisibles para el poder, escucharán, perplejos, frustrados y ojala que indignados, la monserga de la recuperación y el rosario de datos que, supuestamente, la confirman.
No entraré en este debate, aunque no ignoro que es necesario desmontar las falacias, verdades a medias y mentiras completas que, como la carcoma, lo impregnan todo. Me interesa, aquí y ahora, insistir en la necesidad de abordar la reflexión con cierta perspectiva -la perspectiva que no conviene a los partidos del régimen-, la que proporciona contemplar un periodo de tiempo más amplio que el exigido por la “camisa de fuerza” de la coyuntura. Necesitamos dar ese paso para no perder de vista lo mucho que nos estamos jugando y lo mucho que podemos perder, y que ya estamos perdiendo.
La derecha gobierna desde finales de 2011, no sólo los meses en los que la economía remonta ligeramente el vuelo y en los que el empleo, precario y estacional en su mayoría, mejora suavemente. Como si el hundimiento productivo de los últimos años y el desplome de las inversiones, la masiva destrucción de puestos de trabajo y el aumento del desempleo, el colapso del sistema financiero y los rescates bancarios con cargo al dinero público, el crecimiento de la desigualdad y la pobreza, el aumento de la carga fiscal sobre los trabajadores y las clases medias… como si todo este deterioro fuera cosa de otros, o, mejor todavía, formara parte de la herencia dejada por el gobierno de Zapatero, argumento estrella utilizado hasta la saciedad (reconozcamos, en todo caso, que la gestión realizada por el gobierno socialista, errónea, humillante y plegada a los poderosos, forma parte del problema; ¿nada que decir al respecto por los “renovadores” que han tomado el control del PSOE?).
Una estafa, otra más. La crisis es de altos vuelos y exige una reflexión de calado.
En este sentido, tienen razón los que criticaron las denominadas, con el eufemismo de costumbre, políticas de austeridad y devaluación interna porque sólo perseguían que los costes de la crisis financiera, enormes, los soportaran los trabajadores y la ciudadanía, como así ha sucedido. Es correcta la opinión de quienes, más allá del debate sobre la contingencia de las políticas económicas, comprendieron que las elites, aprovechando la histórica oportunidad que les brindaba una crisis de dimensiones colosales, el desconcierto y la indefensión en que sumió a la población, se han puesto manos a la obra para reestructurar el engranaje económico y las relaciones de poder, al servicio de los bancos, las grandes corporaciones, los principales acreedores y deudores y las economías con mayor potencial competitivo. Acertaron aquéllos que vieron, tras el empeño de reformar el entramado institucional de la Unión Económica y Monetaria con el objetivo de dotar de más gobernanza al euro, una verdadera refundación de Europa, crecientemente hegemonizada por Alemania y con un perfil profundamente oligárquico y antidemocrático. Ha sido atinado el análisis de quienes advirtieron que desaparecía de la agenda política, ya ocupaba un lugar muy periférico en las preocupaciones de los gobiernos precedentes, la utilización depredadora de recursos naturales y materias primas no renovables y la degradación de los ecosistemas, lo que nos acerca, o nos sitúa ya, en un horizonte de colapso civilizatorio. Y ha sido, por supuesto, un acierto la denuncia de quienes ponían el acento en el enorme retroceso que se está produciendo en la regulación y el ejercicio de los derechos civiles, privación que nos devuelve a los ciudadanos a la categoría de súbditos y a las mujeres al papel de cuidadoras.
La Gran Recesión está siendo el terreno propicio para impulsar la Gran Regresión, que avanza, hasta ahora, de manera imparable. Esta es la agenda del poder y de los poderosos. No nos perdamos en caminos secundarios; como decía antes, es mucho lo que está en juego.
Articulo de http://blogs.publico.es/econonuestra/2014/08/06/ladrones-y-trileros-fuera/
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